En el asiento de atrás
miércoles, 12 de noviembre de 2014
miércoles, 5 de noviembre de 2014
Camboya al plato
Camboya tiene una gran variedad de comida callejera para
tentar a los transeúntes. Por la calle circulan carritos que venden piña, mango
y coco. Las mujeres llevan bandejas de almejas salpicadas de chile y hombres en
bicicleta tiran de hieleras llenas de turrón hecho con agua de azúcar, jugo de
limón y maníes.
Hay suficiente variedad como para satisfacer a cualquiera, pues la comida de Camboya, tanto la callejera como la casera, es fresca, variada y sabrosa. Sin embargo, mientras las cocinas de Vietnam y Tailandia han sido ampliamente aceptadas en todo el mundo... los platos camboyanos siguen siendo en gran medida desconocidos fuera de sus fronteras.
Fuente:
Selecciones.com
domingo, 24 de agosto de 2014
Un viaje sin retorno
En el asiento de atrás surgió a fines de 2013.
Tenía necesidad
de escribir acerca de una experiencia que para mí era revolucionaria a nivel
interno: viajar a tres países asiáticos por casi dos meses.
Mis vivencias,
sensaciones, miedos y oportunidades están ahora en la nube de Internet a
disposición de quienes quieran leerlas y, de alguna forma, revivirlas como
propias. Estaba del otro lado del mundo,
pero muy cerca.
Y ustedes se
preguntarán qué tiene que ver mi viaje con las
oportunidades de Internet y mi
rebelión interna: yo pienso que mucho.
El concepto de que Internet es una frontera abierta que
permite crear en su nube tiene estrecha relación para mí con mi viaje lejano y
las ganas que me vinieron estando allá de retomar objetivos pendientes como
finalizar la Licenciatura en Comunicación.
Por 5, 6 años
estuve alejada del ámbito académico consumida por el trabajo diario en una
redacción de noticiero de TV. 10 años comunicando historias ajenas, el blog fue
la oportunidad de contar la mía.
Estando en una
habitación de hotel en Camboya me llevé la sorpresa de que más de 3 mil
personas de todas partes del mundo habían
tenido accedo al blog. Seguro que no eran los miles que escuchan las
noticias que doy a diario en el informativo uruguayo, pero me habían encontrado
en la nube de forma casi milagrosa.
Me sumergí en
las estadísticas que me permitían conocer el número de visitas al blog, de qué parte del mundo lo hacían y las
principales fuentes de tráfico. Me apasioné por lo desconocido haciendo y
deshaciendo valijas, publicando en mi espacio internauta casi a diario hasta
volver a Montevideo.
Por eso comparto
que tanto en Internet como en la vida, no es tarde ni temprano, sólo cuestión de
zambullirse e iniciar una navegación más
profunda.
miércoles, 12 de febrero de 2014
Entrevero en la capital vietnamita, Hanoi
26/1/2014
Al
final no fuimos a Sapa, la zona montañosa de Vietnam bien al norte donde el
frío en esta época del año cala hondo en los huesos. Dejamos de lado las
magníficas vistas de las plantaciones de arrozales y nos propusimos estirar las
piernas los últimos días que nos quedaban en Vietnam. El encuentro con
Florencia e Inés, otras dos uruguayas apasionadas del viaje, nos hizo recuperar
energías; nos sentimos más contenidos y apoyados luego de mes y medio sin
contacto con alguien de los “nuestros”. Compartimos experiencias y dimos
algunos consejos sobre este lado asiático, teniendo en cuenta que ellas recién
habían llegado.
Barco por Halong Bay, Vietnam, con Inés y Florencia. |
Nuestro
arribo a Hanoi, la capital de Vietnam fue bastante caótico. Veníamos de un
pueblo de pescadores en el centro del país y arribar a una ciudad con 7
millones de habitantes fue un golpe duro.
Hanoi, capital de Vietnam donde habitan 7 millones de personas. |
Primero que nada decir que el hotel
que habíamos reservado no era lo que pensábamos, en este caso lo que
Booking.com prometía. La habitación no tenía dos camas de dos plazas como
habíamos solicitado, era un cuarto pequeño, feo estéticamente y contaba con el
frigobar prometido, así que luego de que Nicolás tuviera una larga charla con
el encargado decidimos irnos de allí. Yo tenía mucha hambre, ya que no habíamos
almorzado y ya eran las 20 horas. Mientras Nicolás buscaba hotel en Internet yo
cenaba un plato de buena pasta con tuco.
Nos
fuimos sin pagar nada con las mochilas a cuestas a caminar varias cuadras para
llegar al nuevo hotel. Prometía ser mejor, pero la decepción fue doble. Si el
otro no tenía ascensor y había que subir tres pisos por escalera, eso no era nada…
en éste hotel tampoco había elevador y los pisos a subir por una escalera
caracol cargando los bolsos eran cinco o seis. Abrimos la puerta, nos tiramos
en la cama y respiramos… esta habitación era más chica, con menos ventilación y
además el aire acondicionado no funcionaba. Otra vez a sacar la laptop de la
mochila para buscar hotel, a todo esto se hicieron las 22 horas. En fin, elegimos
uno un poco más caro pero cómodo y limpio. Los últimos días los queríamos pasar
bien, reservamos y otra vez a caminar. En el tercer hotel en una noche nos
estacionamos conformes con la habitación, por la que pagamos un poco más caro
que en otros lugares: 118 dólares las 4 noches. Quisimos salir a caminar en
busca de comida para Nicolás, pero el recepcionista nos advirtió que a las 23 y
30 ellos bajaban las persianas y que todos los comercios cerraban a esa hora. Caminamos
desorientados hasta encontrar un bar abierto, que cocinó rápido una hamburguesa
gigante con fritas para Nico: éramos sus últimos clientes y el único vietnamita
que atendía esperaba por nosotros para irse a dormir. Comimos escuchando el
sonido inentendible que provenía de unos parlantes, hablaban en vietnamita
repitiendo siempre lo mismo y en principio pensamos que se trataba de una
publicidad, pero de regreso al hotel vimos que el sonido era emitido desde unas
camionetas repletas de soldados pertenecientes al régimen comunista, estaban
corriendo a la gente de las calles y así nos dimos cuenta que estábamos en un
país con toque de queda.
Patriotas a morir. Bandera de Vietnam colgada en balcón de hotel. |
Pudimos entrar al hotel agachándonos por debajo de la
persiana a medio cerrar y ya no volvimos a salir, el recepcionista y el botones
dormían en los sillones de la recepción. Al otro día nos esperaba Halong Bay,
el lugar más famoso de Vietnam: agua verde rodeada de más de 2 mil morros. En nuestro caso contratamos una excursión en
barco de un día, pero también se puede hacer en 2 noches con todo incluido
sumado el camarote. Nos costó 55 dólares cada uno e incluía el viaje en
camioneta hasta Halong que son 4 horas, el guía que hablaba en inglés, el
almuerzo en el barco, un paseo por la bahía de otras 4 horas con parada para
hacer kayak entre los morros y la visita a una cueva iluminada donde la
naturaleza creó formaciones impactantes a la vista. Me dormí con el miedo de
volver a vomitar en un barco, sin saber que el destino me tenía un gran regalo
preparado.
Nico en la florida capital vietnamita, Hanoi. |
martes, 21 de enero de 2014
Mágica e impredecible Ho ian
20/1/2014
Vista desde al balcón de Indochine Hotel, Ho ian, Vietnam. |
Medianoche
en el balcón del hotel del pueblo vietnamita de Ho ian, ubicado en el centro
del país: a la vista palmeras, reposeras, piscina y río.
Me
siento a escribir tras una ducha de agua caliente que resultó reconfortante
para mi cuerpo tras el golpe de frío en moto. Sí, acá hace frío en enero, la
temperatura no supera los 20 grados a pesar de que vinimos con la promesa de
calor, playa y goce. Desde la ensordecedora Ho Chi Minh llegamos en busca de
arena, agua y sol, pero nos topamos con el mismísimo invierno. Lo cierto es que
el pueblo serpenteado por el río, cuyo nombre aún no aprendí, me resultó mágico
y su gente bastante agradable, pero claro la playa sólo la vi a distancia. Aquí
la costa corresponde al Mar de China.
Centro de Ho ian por la noche. |
Barcazas vietnamitas para pasear por el río, algunas funcionan como restorán. |
A
pesar del clima, que nos obligó a comprarnos abrigos, todo el paisaje forma
parte de una gran postal: el río, la luna, las barcazas y las lámparas de
colores características de Hoi an, que
decoran el centro de la ciudad de punta a punta.
No
hay turista que no se lleve una, las hay de todos los diseños, colores y
tamaños. Las más pequeñas se pueden conseguir por apenas 2 dólares.
Foto para
aquí, foto para allá, tiempo de sobra para probar diferentes platos de comida,
dormir muchas horas y pasear en bicicleta: las alquilamos 4 días por 24 dólares.
Muchos años sin andar en bicicleta, quizá desde la lejana adolescencia, temí
haberme olvidado, pero pude hacerlo sin dificultad. Media hora pedaleando desde
el hotel al centro y ni siquiera un dolor de piernas. Mi estado físico no
estaba tan mal y la bici se convirtió en mi fiel compañera, devolverla me
provocó algo de nostalgia. Nicolás quería una moto para hacer ruta y así
poder visitar las denominadas “montañas
de mármol” en la ciudad de Da nang y las ruinas de Hue, a 130 kilómetros de
donde estamos ahora. La moto ya está con nosotros y el viaje depende sólo del
estado del tiempo, que no es muy alentador para los próximos días.
Ho
ian es un paraíso para toda mujer. Aquí puedes encontrar tiendas de ropa en
cada esquina del pueblo, con el agregado de que verdaderos sastres te
confeccionan la prenda a medida. Así, Nicolás se compró una campera de paño y
yo un pantalón que vi en uno de los tantos maniquíes. La sastre me tomó las
medidas y al otro día pasé a buscar mi pantalón, que me calzó perfecto. En la tienda todo
estaba precioso: los vestidos entallados, las chaquetas y pantalones de vestir,
las camperas, las blusas, los jeans y hasta los zapatos. Amé este lugar.
Todo
gira en torno al río y la oferta de paseos en barcazas es apabullante. En lo
personal, descarté la opción de salir a navegar después de la experiencia en Ko
Phi Phi, Tailandia. Decenas de locales, sobre todo mujeres y niñas con sus
típicos gorros vietnamitas rodean el río vendiendo una especie de canasta de
cartón con una vela encendida en su interior. Según la tradición, lanzar la
canasta al río por la noche augura buena suerte. “Good luck for one dólar”, te
dicen las vietnamitas extendiéndote una bandeja con varias canastas luminosas.
Aquí
nos dimos el gusto de probar la sopa vietnamita, la hay de pollo, tomate,
pescado y todo lo que pueda imaginar. Lleva fideos tipo tallarín, caldo, vegetales, chili y una hoja local de la cual
no recuerdo el nombre, pero que tiene un gusto entre menta y albahaca que en mi
caso y en el de Nicolás detestamos. Casi toda la comida lleva el dejo de este
condimento, el cual solemos dejar a un costado cada vez que lo vemos en el
plato.
Fue en este rincón mágico que una noche nos
topamos con diez uruguayos, sí eran diez e iban todos juntos. El grupo de
jóvenes había hecho prácticamente nuestra misma ruta empezando por Tailandia y
al principio nos sentimos a gusto al poder intercambiar experiencias hablando
el mismo idioma, pero llegó un momento en el que se volvieron insoportables.
Todos estaban completamente drogados, alcoholizados y en busca de más
estupefacientes. Querían comprar pastillas de éxtasis, marihuana, pipa de agua,
hachís… en el fondo me dieron mucha lástima… venir al otro lado del mundo para
evadirte de la realidad no resulta para nada provechoso. En fin, nosotros
seguimos nuestro camino y ellos el suyo.
Otra
fue la sensación que nos dejó el diálogo con una española y un norteamericano
que vivían desde hace un año en China y que estaban por Ho ian de vacaciones.
Mezcla de culturas e inteligencia. Él profesor de Economía en China y ella
docente de inglés, además ambos estudiaban mandarín, se conocieron en el país
asiático y aún no saben dónde asentarse.
Sigo
en el balcón pensando en la playa a la que aún no fui y en la carretera de
mañana. Diciéndole adiós al calor trato de acomodarme al viento, el frío y la
lluvia de Ho ian. Más al norte nos espera quizá, la nieve de Sapa.
viernes, 17 de enero de 2014
Ho Chi Minh: entre bocinas, motos y bloqueos
16/1/2014
Ho
Chi Minh es la ciudad más grande de Vietnam, solo en esa parte del país viven 9
millones de personas y la masividad es aparente en sus calles. Lo que me
resultó más llamativo es la cantidad de motos en circulación, principal medio
de transporte para los vietnamitas. ¡Hay que ver el tránsito para poder
entender la dimensión de su caos!
La
mayoría de los usuarios de motos no llevan casco, tampoco respetan las normas
básicas del tránsito con el mérito de no llevarse puesto a ningún peatón (al
menos no que yo haya visto).
Lo
primero que se le viene a la cabeza al turista que pisa Ho Chi Minh es, “¿Y
ahora?, ¿cómo hago yo para cruzar la calle?” Las principales avenidas son un
caos, pero sólo hay que hacerse paso entre los vehículos para poder cruzar, al
principio nos puede ganar el miedo pero lo peor que podemos hacer allí es
paralizarnos y darle paso al vehículo motorizado, el miedo es peligro inminente
en las calles de la ciudad vietnamita. Solo es cuestión de costumbre. Lo mismo
sucede con las bocinas, suenan todo el tiempo en la ciudad, desde las 6 de la
mañana hasta las 22 horas más o menos. Es la forma que tienen los conductores
de hacerle saber a otro chofer que va a pasarle por el costado y los vehículos
más grandes tienen prioridad sobre los más chicos; así un ómnibus le toca bocina
a un auto y un auto le toca bocina a una moto antes de rebasarla, todo pasa en
segundos.
La
moneda local es el dong vietnamita, todo un tema para nosotros, ya que las
cifras son bastante altas, llegando a manejar millones en apenas dos billetes.
Para
tener una idea, 20 mil dongs equivalen a 1 dólar y en una comida para dos por
ejemplo llegamos a gastar un promedio de 150 mil dongs.
En
la ciudad nos dedicamos a caminar y así ahorrar en transporte: el más usado por
el turista es el taxi. Siempre hay que chequear que el taxímetro esté encendido
y confiar en las fichas estipuladas. No vale arreglar ningún precio de
antemano, pues es común que al llegar a destino el taxista suba el precio.
Ho
Chi Minh tiene toda la apariencia de un gran centro de negocios con edificios lujosos,
rascacielos y mucha gente adinerada. Allí no se puede llegar con aspiración de
tranquilidad, puesto que la verdadera característica de la ciudad es el caos. Estuvimos 3 días y el ruido es tan
apabullante que nos limitamos a salir del hotel solo para comer, visitar algún
que otro museo y recorrer el mercado Ben Thanh, un edificio gigantesco con
múltiples pasillos en donde se agolpan cientos de puestos. Allí se puede
conseguir de todo: entre lo que se vende el café vietnamita es muy popular entre
los locales, con la característica de ser muy, pero muy fuerte comparado con el
que solemos beber en Uruguay.
Frutas
de toda clase y color, ropa, artesanías, pinturas. En el mercado me compré un
bello espejo de mano cubierto de una piedra tallada. Nicolás buscaba una pipa,
las hay con todos los diseños imaginables, pero al final no le convenció
ninguna. Hay que ir temprano porque a las 20 horas las puertas del mercado ya
comienzan a cerrar, teniendo en cuenta que a las 18 horas el sol deja de
brillar en Ho Chi Minh.
Entre
los museos recorridos fuimos a uno en el que se exponían tanques, helicópteros
y aviones usados durante la guerra entre el sur y el norte de Vietnam, siendo
popularmente conocida como la primera derrota bélica de Estados Unidos en su
apoyo al sur. El conflicto, de origen
político, se cobró entre 4 y 5 millones de víctimas. Actualmente Vietnam es un
país gobernado por un régimen comunista.
La
prensa internacional informa de diversas censuras por parte del gobierno en el uso de Internet. En nuestro caso desde
que estamos en Vietnam no hemos podido acceder a la red social Facebook desde
la computadora, tampoco a Twitter. Según pudimos saber, la red social es
bloqueada por las operadoras de Internet por orden del régimen como forma de
evitar la difusión de los opositores al mismo. Cabe destacar que sí podemos
acceder al sitio desde nuestros teléfonos móviles, con lo cual no nos sentimos
tan reprimidos. Como para todo periodista, el hecho que me toquen de alguna
forma mi libertad de expresión me resulta negativo y castrador.
Otro
bloqueo con el cual me topé cara a cara fue con las trabas impuestas para
enviar dinero fuera del país: se requiere un documento de Aduana donde se
declare la cantidad de dinero con la que se ingresa al país en caso de ser
turista o contrato laboral en Vietnam en
caso de vivir aquí. Recibir dinero se recibe sin problema, el tema es el envió
tradicional por Wester Union.
Los
medios de comunicación aquí están todos bajo el ala del comunismo y algunos blogueros
independientes contrarios al régimen han terminado en la cárcel por “opiniones subversivas”.
Reporteros
Sin Fronteras califica al país asiático como la tercera mayor prisión del mundo
para blogueros después de China e Irán: así está el mundo amigos, parafraseando
a Jorge Traverso desde Ho Chi Minh, parte de la antigua Cochinchina.
miércoles, 15 de enero de 2014
El sabor amargo de Camboya
14/1/2014
Las
carreteras de Camboya son muy malas, sobre todo la que une la ciudad de Siem
Reap con la capital Phnom Penh. Nosotros decidimos hacer el trayecto vía
terrestre desconociendo el mal estado de la ruta.
Pensábamos
ir en un ómnibus con las comodidades de un coche cama para viajar 6 horas, pero
los pasajes estaban agotados. Optamos por tomar los asientos que quedaban en
una camioneta: resultaron ser los últimos, pegados a la puerta trasera de la
camioneta y sin posibilidad ninguna de reclinar. Atrás íbamos 4: una camboyana,
un señor mayor, Nicolás y yo. Igual el
tema no era tanto el asiento sino la cantidad de pozos que había en la
carretera y lo mal que manejaba el conductor.
6 horas tocando bocina para rebasar sin importar lo que venía de frente,
imposible dormir.
El
polvo que despedía el camino con el roce de los neumáticos impedían la visión y
si bien la camioneta ofrecía servicio wi fi éste no funcionaba así que durante
las primeras 3 horas me dediqué a vivir la adrenalina que despedía la ruta y su conductor, para mi Schumacher cuando aún estaba sano.
La
primera parada fue para almorzar, pero yo tenía ganas de helado y eso fue lo
que pedí, pero me sirvieron una especie de batido de chocolate frío que no
desperdicié.
Nicolás
le entró una vez más a los noodles camboyanos (fideos con verduras saltadas, alguna
clase de carne y chili) como ya se le había hecho costumbre. Al final el chofer
nos apuró para seguir camino y otras 3 horas movidas nos llevaron a Phnom Penh.
Rambla de la capital camboyana, Phnom Penh. |
Foto tomada por Nico Blanco desde un tuc tuc en la capital de Camboya. |
La
capital camboyana concentra su movida a la orilla del río Tuol Sap y su
rambla. Allí está el palacio real, al cual solo vimos de afuera porque optamos
por dormir hasta tarde durante nuestra estadía.
Palacio Real, Phnom Penh, Camboya. |
Por
primera vez en todo el viaje encontramos un restorán donde vendían una especie
de parrillerito con pollo, cerdo y chorizo. Eso decía la carta (good for two
persons), les cuento que la ilusión de comer carne roja se nos terminó cuando
vimos el plato: una porción de pollo, una milanesa de cerdo, una hamburguesa de
vaca y un chorizo salchicha. Rozamos lo normal sin llegar a ello, lo único que
esperamos al pisar Montevideo es que nos esperen con una buena parrilla, nada
más deseado por estos lares de arroz, fideos, pescado y sopas exóticas.
En
la calle se ve la pobreza reflejada en cada niño que se te acerca intentando
venderte algo, algunos tiran de carros repletos de bebidas, otros llevan
canastos con souvenirs, no tienen más de
diez años. También es usual encontrarse con pobladores a los cuales les falta
una pierna o ambas seguramente debido a los campos minados que aún se siguen
cobrando vidas y dejando a otros con secuelas, sobre todo jóvenes que viven y trabajan en zonas rurales.
Camboya
está muy lejos de la sonrisa tailandesa, es que el pasado y el presente
condicionan a su gente en las cuales percibí un sabor amargo.
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