26/1/2014
Al
final no fuimos a Sapa, la zona montañosa de Vietnam bien al norte donde el
frío en esta época del año cala hondo en los huesos. Dejamos de lado las
magníficas vistas de las plantaciones de arrozales y nos propusimos estirar las
piernas los últimos días que nos quedaban en Vietnam. El encuentro con
Florencia e Inés, otras dos uruguayas apasionadas del viaje, nos hizo recuperar
energías; nos sentimos más contenidos y apoyados luego de mes y medio sin
contacto con alguien de los “nuestros”. Compartimos experiencias y dimos
algunos consejos sobre este lado asiático, teniendo en cuenta que ellas recién
habían llegado.
Barco por Halong Bay, Vietnam, con Inés y Florencia. |
Nuestro
arribo a Hanoi, la capital de Vietnam fue bastante caótico. Veníamos de un
pueblo de pescadores en el centro del país y arribar a una ciudad con 7
millones de habitantes fue un golpe duro.
Hanoi, capital de Vietnam donde habitan 7 millones de personas. |
Primero que nada decir que el hotel
que habíamos reservado no era lo que pensábamos, en este caso lo que
Booking.com prometía. La habitación no tenía dos camas de dos plazas como
habíamos solicitado, era un cuarto pequeño, feo estéticamente y contaba con el
frigobar prometido, así que luego de que Nicolás tuviera una larga charla con
el encargado decidimos irnos de allí. Yo tenía mucha hambre, ya que no habíamos
almorzado y ya eran las 20 horas. Mientras Nicolás buscaba hotel en Internet yo
cenaba un plato de buena pasta con tuco.
Nos
fuimos sin pagar nada con las mochilas a cuestas a caminar varias cuadras para
llegar al nuevo hotel. Prometía ser mejor, pero la decepción fue doble. Si el
otro no tenía ascensor y había que subir tres pisos por escalera, eso no era nada…
en éste hotel tampoco había elevador y los pisos a subir por una escalera
caracol cargando los bolsos eran cinco o seis. Abrimos la puerta, nos tiramos
en la cama y respiramos… esta habitación era más chica, con menos ventilación y
además el aire acondicionado no funcionaba. Otra vez a sacar la laptop de la
mochila para buscar hotel, a todo esto se hicieron las 22 horas. En fin, elegimos
uno un poco más caro pero cómodo y limpio. Los últimos días los queríamos pasar
bien, reservamos y otra vez a caminar. En el tercer hotel en una noche nos
estacionamos conformes con la habitación, por la que pagamos un poco más caro
que en otros lugares: 118 dólares las 4 noches. Quisimos salir a caminar en
busca de comida para Nicolás, pero el recepcionista nos advirtió que a las 23 y
30 ellos bajaban las persianas y que todos los comercios cerraban a esa hora. Caminamos
desorientados hasta encontrar un bar abierto, que cocinó rápido una hamburguesa
gigante con fritas para Nico: éramos sus últimos clientes y el único vietnamita
que atendía esperaba por nosotros para irse a dormir. Comimos escuchando el
sonido inentendible que provenía de unos parlantes, hablaban en vietnamita
repitiendo siempre lo mismo y en principio pensamos que se trataba de una
publicidad, pero de regreso al hotel vimos que el sonido era emitido desde unas
camionetas repletas de soldados pertenecientes al régimen comunista, estaban
corriendo a la gente de las calles y así nos dimos cuenta que estábamos en un
país con toque de queda.
Patriotas a morir. Bandera de Vietnam colgada en balcón de hotel. |
Pudimos entrar al hotel agachándonos por debajo de la
persiana a medio cerrar y ya no volvimos a salir, el recepcionista y el botones
dormían en los sillones de la recepción. Al otro día nos esperaba Halong Bay,
el lugar más famoso de Vietnam: agua verde rodeada de más de 2 mil morros. En nuestro caso contratamos una excursión en
barco de un día, pero también se puede hacer en 2 noches con todo incluido
sumado el camarote. Nos costó 55 dólares cada uno e incluía el viaje en
camioneta hasta Halong que son 4 horas, el guía que hablaba en inglés, el
almuerzo en el barco, un paseo por la bahía de otras 4 horas con parada para
hacer kayak entre los morros y la visita a una cueva iluminada donde la
naturaleza creó formaciones impactantes a la vista. Me dormí con el miedo de
volver a vomitar en un barco, sin saber que el destino me tenía un gran regalo
preparado.
Nico en la florida capital vietnamita, Hanoi. |
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