20/1/2014
Vista desde al balcón de Indochine Hotel, Ho ian, Vietnam. |
Medianoche
en el balcón del hotel del pueblo vietnamita de Ho ian, ubicado en el centro
del país: a la vista palmeras, reposeras, piscina y río.
Me
siento a escribir tras una ducha de agua caliente que resultó reconfortante
para mi cuerpo tras el golpe de frío en moto. Sí, acá hace frío en enero, la
temperatura no supera los 20 grados a pesar de que vinimos con la promesa de
calor, playa y goce. Desde la ensordecedora Ho Chi Minh llegamos en busca de
arena, agua y sol, pero nos topamos con el mismísimo invierno. Lo cierto es que
el pueblo serpenteado por el río, cuyo nombre aún no aprendí, me resultó mágico
y su gente bastante agradable, pero claro la playa sólo la vi a distancia. Aquí
la costa corresponde al Mar de China.
Centro de Ho ian por la noche. |
Barcazas vietnamitas para pasear por el río, algunas funcionan como restorán. |
A
pesar del clima, que nos obligó a comprarnos abrigos, todo el paisaje forma
parte de una gran postal: el río, la luna, las barcazas y las lámparas de
colores características de Hoi an, que
decoran el centro de la ciudad de punta a punta.
No
hay turista que no se lleve una, las hay de todos los diseños, colores y
tamaños. Las más pequeñas se pueden conseguir por apenas 2 dólares.
Foto para
aquí, foto para allá, tiempo de sobra para probar diferentes platos de comida,
dormir muchas horas y pasear en bicicleta: las alquilamos 4 días por 24 dólares.
Muchos años sin andar en bicicleta, quizá desde la lejana adolescencia, temí
haberme olvidado, pero pude hacerlo sin dificultad. Media hora pedaleando desde
el hotel al centro y ni siquiera un dolor de piernas. Mi estado físico no
estaba tan mal y la bici se convirtió en mi fiel compañera, devolverla me
provocó algo de nostalgia. Nicolás quería una moto para hacer ruta y así
poder visitar las denominadas “montañas
de mármol” en la ciudad de Da nang y las ruinas de Hue, a 130 kilómetros de
donde estamos ahora. La moto ya está con nosotros y el viaje depende sólo del
estado del tiempo, que no es muy alentador para los próximos días.
Ho
ian es un paraíso para toda mujer. Aquí puedes encontrar tiendas de ropa en
cada esquina del pueblo, con el agregado de que verdaderos sastres te
confeccionan la prenda a medida. Así, Nicolás se compró una campera de paño y
yo un pantalón que vi en uno de los tantos maniquíes. La sastre me tomó las
medidas y al otro día pasé a buscar mi pantalón, que me calzó perfecto. En la tienda todo
estaba precioso: los vestidos entallados, las chaquetas y pantalones de vestir,
las camperas, las blusas, los jeans y hasta los zapatos. Amé este lugar.
Todo
gira en torno al río y la oferta de paseos en barcazas es apabullante. En lo
personal, descarté la opción de salir a navegar después de la experiencia en Ko
Phi Phi, Tailandia. Decenas de locales, sobre todo mujeres y niñas con sus
típicos gorros vietnamitas rodean el río vendiendo una especie de canasta de
cartón con una vela encendida en su interior. Según la tradición, lanzar la
canasta al río por la noche augura buena suerte. “Good luck for one dólar”, te
dicen las vietnamitas extendiéndote una bandeja con varias canastas luminosas.
Aquí
nos dimos el gusto de probar la sopa vietnamita, la hay de pollo, tomate,
pescado y todo lo que pueda imaginar. Lleva fideos tipo tallarín, caldo, vegetales, chili y una hoja local de la cual
no recuerdo el nombre, pero que tiene un gusto entre menta y albahaca que en mi
caso y en el de Nicolás detestamos. Casi toda la comida lleva el dejo de este
condimento, el cual solemos dejar a un costado cada vez que lo vemos en el
plato.
Fue en este rincón mágico que una noche nos
topamos con diez uruguayos, sí eran diez e iban todos juntos. El grupo de
jóvenes había hecho prácticamente nuestra misma ruta empezando por Tailandia y
al principio nos sentimos a gusto al poder intercambiar experiencias hablando
el mismo idioma, pero llegó un momento en el que se volvieron insoportables.
Todos estaban completamente drogados, alcoholizados y en busca de más
estupefacientes. Querían comprar pastillas de éxtasis, marihuana, pipa de agua,
hachís… en el fondo me dieron mucha lástima… venir al otro lado del mundo para
evadirte de la realidad no resulta para nada provechoso. En fin, nosotros
seguimos nuestro camino y ellos el suyo.
Otra
fue la sensación que nos dejó el diálogo con una española y un norteamericano
que vivían desde hace un año en China y que estaban por Ho ian de vacaciones.
Mezcla de culturas e inteligencia. Él profesor de Economía en China y ella
docente de inglés, además ambos estudiaban mandarín, se conocieron en el país
asiático y aún no saben dónde asentarse.
Sigo
en el balcón pensando en la playa a la que aún no fui y en la carretera de
mañana. Diciéndole adiós al calor trato de acomodarme al viento, el frío y la
lluvia de Ho ian. Más al norte nos espera quizá, la nieve de Sapa.
Divino, divino. Chicos los extrañamos. Y suerte en esa ruta, no anden muy rápido y usen casco. Je Je
ResponderEliminarLa ruta en moto me dejó una linda gripe... Pero bue, valió la pena. Sólo hay que llevar mucho abrigo, cosa que no trajimos...
EliminarLa ruta en moto me dejó una linda gripe... Pero bue, valió la pena. Sólo hay que llevar mucho abrigo, cosa que no trajimos...
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