14/1/2014
Las
carreteras de Camboya son muy malas, sobre todo la que une la ciudad de Siem
Reap con la capital Phnom Penh. Nosotros decidimos hacer el trayecto vía
terrestre desconociendo el mal estado de la ruta.
Pensábamos
ir en un ómnibus con las comodidades de un coche cama para viajar 6 horas, pero
los pasajes estaban agotados. Optamos por tomar los asientos que quedaban en
una camioneta: resultaron ser los últimos, pegados a la puerta trasera de la
camioneta y sin posibilidad ninguna de reclinar. Atrás íbamos 4: una camboyana,
un señor mayor, Nicolás y yo. Igual el
tema no era tanto el asiento sino la cantidad de pozos que había en la
carretera y lo mal que manejaba el conductor.
6 horas tocando bocina para rebasar sin importar lo que venía de frente,
imposible dormir.
El
polvo que despedía el camino con el roce de los neumáticos impedían la visión y
si bien la camioneta ofrecía servicio wi fi éste no funcionaba así que durante
las primeras 3 horas me dediqué a vivir la adrenalina que despedía la ruta y su conductor, para mi Schumacher cuando aún estaba sano.
La
primera parada fue para almorzar, pero yo tenía ganas de helado y eso fue lo
que pedí, pero me sirvieron una especie de batido de chocolate frío que no
desperdicié.
Nicolás
le entró una vez más a los noodles camboyanos (fideos con verduras saltadas, alguna
clase de carne y chili) como ya se le había hecho costumbre. Al final el chofer
nos apuró para seguir camino y otras 3 horas movidas nos llevaron a Phnom Penh.
Rambla de la capital camboyana, Phnom Penh. |
Foto tomada por Nico Blanco desde un tuc tuc en la capital de Camboya. |
La
capital camboyana concentra su movida a la orilla del río Tuol Sap y su
rambla. Allí está el palacio real, al cual solo vimos de afuera porque optamos
por dormir hasta tarde durante nuestra estadía.
Palacio Real, Phnom Penh, Camboya. |
Por
primera vez en todo el viaje encontramos un restorán donde vendían una especie
de parrillerito con pollo, cerdo y chorizo. Eso decía la carta (good for two
persons), les cuento que la ilusión de comer carne roja se nos terminó cuando
vimos el plato: una porción de pollo, una milanesa de cerdo, una hamburguesa de
vaca y un chorizo salchicha. Rozamos lo normal sin llegar a ello, lo único que
esperamos al pisar Montevideo es que nos esperen con una buena parrilla, nada
más deseado por estos lares de arroz, fideos, pescado y sopas exóticas.
En
la calle se ve la pobreza reflejada en cada niño que se te acerca intentando
venderte algo, algunos tiran de carros repletos de bebidas, otros llevan
canastos con souvenirs, no tienen más de
diez años. También es usual encontrarse con pobladores a los cuales les falta
una pierna o ambas seguramente debido a los campos minados que aún se siguen
cobrando vidas y dejando a otros con secuelas, sobre todo jóvenes que viven y trabajan en zonas rurales.
Camboya
está muy lejos de la sonrisa tailandesa, es que el pasado y el presente
condicionan a su gente en las cuales percibí un sabor amargo.
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