miércoles, 15 de enero de 2014

El sabor amargo de Camboya





14/1/2014

Las carreteras de Camboya son muy malas, sobre todo la que une la ciudad de Siem Reap con la capital Phnom Penh. Nosotros decidimos hacer el trayecto vía terrestre desconociendo el mal estado de la ruta.
Pensábamos ir en un ómnibus con las comodidades de un coche cama para viajar 6 horas, pero los pasajes estaban agotados. Optamos por tomar los asientos que quedaban en una camioneta: resultaron ser los últimos, pegados a la puerta trasera de la camioneta y sin posibilidad ninguna de reclinar. Atrás íbamos 4: una camboyana, un señor mayor, Nicolás y yo.  Igual el tema no era tanto el asiento sino la cantidad de pozos que había en la carretera y lo mal que manejaba el conductor.  6 horas tocando bocina para rebasar sin importar lo que venía de frente, imposible dormir.
El polvo que despedía el camino con el roce de los neumáticos impedían la visión y si bien la camioneta ofrecía servicio wi fi éste no funcionaba así que durante las primeras 3 horas me dediqué a vivir la adrenalina  que despedía la ruta y su conductor,  para mi Schumacher cuando aún estaba sano.

La primera parada fue para almorzar, pero yo tenía ganas de helado y eso fue lo que pedí, pero me sirvieron una especie de batido de chocolate frío que no desperdicié.
Nicolás le entró una vez más a los noodles camboyanos (fideos con verduras saltadas, alguna clase de carne y chili) como ya se le había hecho costumbre. Al final el chofer nos apuró para seguir camino y otras 3 horas movidas nos llevaron a Phnom Penh. 

Rambla de la capital camboyana, Phnom Penh.
Foto tomada por Nico Blanco desde un tuc tuc en la capital de Camboya.


La capital camboyana concentra su movida a la orilla del río Tuol Sap y su rambla. Allí está el palacio real, al cual solo vimos de afuera porque optamos por dormir hasta tarde durante nuestra estadía. 

Palacio Real, Phnom Penh, Camboya.


Por primera vez en todo el viaje encontramos un restorán donde vendían una especie de parrillerito con pollo, cerdo y chorizo. Eso decía la carta (good for two persons), les cuento que la ilusión de comer carne roja se nos terminó cuando vimos el plato: una porción de pollo, una milanesa de cerdo, una hamburguesa de vaca y un chorizo salchicha. Rozamos lo normal sin llegar a ello, lo único que esperamos al pisar Montevideo es que nos esperen con una buena parrilla, nada más deseado por estos lares de arroz, fideos, pescado y sopas exóticas. 



En la calle se ve la pobreza reflejada en cada niño que se te acerca intentando venderte algo, algunos tiran de carros repletos de bebidas, otros llevan canastos  con souvenirs, no tienen más de diez años. También es usual encontrarse con pobladores a los cuales les falta una pierna o ambas seguramente debido a los campos minados que aún se siguen cobrando vidas y dejando a otros con secuelas, sobre todo  jóvenes que viven y trabajan en zonas rurales.

Camboya está muy lejos de la sonrisa tailandesa, es que el pasado y el presente condicionan a su gente en las cuales percibí un sabor amargo.



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