30/12/2013
Desde
la hippie isla de Ko Phi Phi Don y nuestra pequeña choza arribamos a la gigante
Phuket. “ La perla del Andamán”, así la
llaman aquí, es la isla que reúne al turista que le gusta aparentar, mostrarse
en todo sentido.
La
enorme ciudad playera concentra una inmensa movida diurna y nocturna.
Mientras
dura el sol las playas se atestan de bañistas, uno al lado del otro, las
reposeras con sombrillas se cobran unos 100 pesos uruguayos por persona. Eso
así, te puedes quedar allí las horas que quieras. Puestos de comida llenan la
rambla de punta a punta y todo se cocina a la vista del futuro comensal:
pescado asado, pollo, cerdo, pulpos, calamares, choclos… todo sale el doble que
en cualquier otro punto del país, pero también hay más variedad y confort.
El
primer día en la reposera me sentí abrumada por los vendedores ambulantes que
caían uno atrás del otro ofreciéndome lentes, artesanías, bebida, comida, ropa,
inflables, billeteras y tatuajes que duran sólo 10 días. El desfile de turistas
era constante y los deportes acuáticos concentraban mi atención. Motos de agua,
bananas, paracaídas tirados por lanchas, veleros y una tabla voladora que se
mantiene en el aire gracias a dos potentes chorros de agua. Hacia el horizonte
algunos cruceros y otros barcos. Después
supe que el gobernador de Phuket prohibió hace algunos años el uso de la moto
de agua, pero al parecer hay ausencia de controles y camionetas llevan y traen
hileras de motos atadas una atrás de otra haciéndose paso entre los bañistas
que reposan en la arena.
Otra cosa que llamó mi atención fue el topless de
algunas mujeres y la zunga de ciertos hombres, algunos con la mitad de la raya
del culo al aire, es que aquí parece ser moda usarla así. En contraste, algunos
japoneses se meten al agua vestidos para mantener sus pieles blancas protegidas
del sol.
La
noche aquí es una cuestión aparte, sobre todo en Patong Beach, la zona donde
nos alojamos nosotros y que es cuna de la oferta sexual, las discotecas, los
cabarets, los travestis y las prostitutas. A pesar de que Bangkok lidera en
número las movilizaciones del orgullo gay, la isla es donde ellos y ellas se
sienten como en casa.
Aquí
es usual ver a rubios con mujeres locales a las cuales pagan como damas de
compañía. Las luces de los locales nocturnos, la montonera de gente, la música
elevada, los promotores que atosigan al turista ofreciéndole entradas para
whiskerías y los travestis de bikini y plumas que se prestan para la foto del
turista me volvieron literalmente loca. Son tantas cosas para mirar, sentir y
oler que no queda otra que dejarse llevar por la desorientación. Si Ko Phi Phi
y Ko Pha Ngan destilan descontrol adolescente con sus fiestas en las playas,
juegos con fuego y la tradicional Full Moon Party, Phuket destella glamour por
todas partes, pero más bien para el fiestero adulto, que incluso se mete al
cabaret con su mujer a ver a tailandesas esbeltas y semi desnudas bailar entorno al caño que
Marcelo Tinelli popularizó en su programa. En medio del frenético gentío nunca
falta el thai que se acerca ofreciendo droga a pesar de que ésta es ilegal en
Tailandia donde su consumo se pena con varios años de cárcel. El primer día iba
todo maravilloso, lo nuevo resultaba atractivo y hasta me animé a probar comida
hecha en la calle, es que la oferta gastronómica es inimaginable. Y como dice
el dicho sobre las figuritas repetidas, estas aburren y al cuarto día mientras
yo me acostumbraba al frenesí, Nicolás se aburría del bullicio.
Eran
la una de la mañana cuando retornamos al hotel, en el que el recepcionista
siempre estaba bebiendo alcohol. Nos servía el desayuno con un vaso de whisky
en la mano y luego se iba detrás del mostrador donde seguía bebiendo vodka. Era
nuestra última noche en Phuket.
Dormir
mientras las paredes retumbaban por la música a todo volumen resultaba bastante
difícil, es que una fiesta electrónica se instaló frente al hotel con carpa
incluida. La música estaba enloqueciendo a Nicolás, que intentó usar los
tapones de oídos que nos habían dado en el avión, sin resultados positivos para
él. Al final logró evitar la filtración del sonido que ingresaba por las
hendijas de la puerta, para lo cual improvisó una especie de trinchera usando
toallas, bolsos, sillas y banquetas. Él estaba en pie de guerra contra la
fiestera Phuket, yo me había
acostumbrado y la iba a extrañar.
Joven musulmana vendiendo comida en feria de Patong Beach. |
Noche en playa de Phuket. |
Tradicional globo de fuego lanzado por turistas al cielo. |
Si se trata de vender... |
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