domingo, 5 de enero de 2014

Chiang Mai y los elefantes que no vi





4/1/2014

Avión de Air Asia con destino a Camboya que perdimos en Bangkok.

Angustia y decepción tras pérdida de avión en aeropuerto de Bangkok.


Nuestra travesía por Tailandia nos llevó nuevamente a Bangkok.
El pasaje por aquí no fue muy alegre esta vez, es que teníamos que tomar el vuelo rumbo a Camboya a las 19 y 50 luego de nuestra estadía en el norte, pero el avión se fue sin nosotros. Resulta que el taxista nos llevó al aeropuerto equivocado,  que quedaba justo a una hora y media del “verdadero” aeropuerto Don Muang de donde partía el avión a Siem Reap, la segunda ciudad más importante de Camboya, luego de su capital Phnom Penh. 
 “¿Suvarnabhumi it´s ok?” decía el tailandés que manejaba. “No,  no it´s ok, we go to Don Muang”, le dijimos sin poder creerlo y así nos tuvimos que quedar obligados una noche más en Bangkok, luego de haber intentado llegar al vuelo yendo a 100 km por hora por la autopista mientras el chofer se rascaba la cabeza de los nervios y nos seguía pidiendo plata para los peajes. Volví a odiar a los tailandeses.

Esto pasó después de 10 horas en ómnibus desde Chiang Mai, varios pesos extra por el taxi que no sé cuántos kilómetros hizo y una noche agregada de hotel, al cual nos trajo otro taxista al que le habíamos pedido ir a otro lugar de alojamiento, pero como ya estamos acostumbrados estos hombres hacen lo que quieren.
No quisimos discutirle y nos quedamos en el hotel al cual él nos llevó, obviamente más caro que el otro.  

Pero el objetivo era hablar de Chiang Mai: muy parecida a Bangkok, pero con menos tránsito, menos polución y menos edificaciones modernas, los mismos wats budistas y exactamente la misma comida, aunque un poco más económica.

Templo budista en Chiang Mai, los monjes oraban en su interior.

Hotel en Chiang Mai; allí nos hospedamos. Calzado fuera de la habitación, esa es la regla.


El tailandés del norte me pareció mucho más amable que el del sur, pero siempre  intentando sacarte dinero, eso no cambia en ninguna parte del país. Lo que sí cambia es el tipo de turista que viaja a Chiang Mai, más interesado por la cultura que por la holgazanería de tirarse en una playa paradisíaca, que aquí no hay.
Los monjes son más visibles, sobre todo en el interior de los templos, donde  se los puede ver caminar o rezar horas frente a la figura de Buda, si el turista lo desea el norte es más propicio para iniciar algún diálogo con estos hombres envueltos en telas naranjas.

En Chiang Mai despedimos el año y recibimos al 2014 con el cielo de la ciudad repleto de globos de fuego, especie de lámpara de papel con un velón en el medio. 

Lanzamiento de globo durante festejo de fin de año.




La tradición indica que si el globo sube al aire sin inconvenientes a quien lo lanza le  espera prosperidad para el año entrante, no saben la cara de angustia con la que quedó un señor mayor al cual el globo se le atascó en un cableado eléctrico y allí se le prendió fuego. Nuestro globo voló alto, lástima que el tailandés al cual le entregué mi cámara para que filmara el momento no entendía que el aparato ya estaba grabando y apretó el botón de stop cuando cumplíamos con la tradición.

Los globos vuelan tan alto, que se los puede ver a la altura de los aviones que están por aterrizar en la ciudad. “¡Qué peligro!”, pensé cuando el 31 a la noche los vi por la ventana del avión en el cual viajaba, muy cerca de una de las alas.  Y a las doce, cuando ya habíamos pisado tierra,  los fuegos artificiales se mezclaron con los globos de fuego en el cielo de Chiang Mai. 

Mercado nocturno de Chiang Mai.




Viajé hasta el norte con la ilusión de tener contacto con algún elefante, pero me fui sin ver ninguno. Los centros que trabajan con estos animales cobran carísimas entradas para que puedas montarlos, bañarlos y darles de comer, algunas de las opciones incluyen varios días con los animales y llegan a costar por persona 17 mil baths, las entradas más baratas por un día son de 2500 baths por persona, unos 2 mil pesos uruguayos. Lo mismo pasa con los monos,  tigres, cocodrilos y serpientes… para poder verlos hay que pagar bastante. Otra de las posibilidades era conocer las tribus homg que se mantienen intactas solo para el turista, se trata de exiliados birmanos a los cuales Tailandia les ofreció un terreno a cambio de la recepción del turista. Según nos contaron unas españolas que pudieron ir a la aldea, sus habitantes parecieran estar en exposición permanente con sus collares en el cuello y su ropa de plumas, lo que resulta triste al ojo del viajero, que termina sintiéndose de alguna forma culpable.

En Chiang Mai dormimos bastante, el ambiente tranquilo se prestaba para eso y también para comprar en el mercado nocturno, donde diversos artesanos ofrecen sus trabajos, que van desde ropa, juegos ingeniosos de madera, broches de pelo, joyas, lámparas, adornos, cuadros y trabajos en madera y metal muy originales. Nos limitamos a comprarnos un pantalón cada uno, aunque mis ojos se dieran vuelta tratando de captar todo lo lindo que merecía ser adquirido. Al menos, la tela lleva diseños de elefantes. 

Venta de comida callejera a las afueras de la ciudad amurallada de Chiang Mai.


Transporte de pasajeros en Chiang Mai, va levantando gente y el precio se negocia.

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