4/1/2014
Avión de Air Asia con destino a Camboya que perdimos en Bangkok. |
Angustia y decepción tras pérdida de avión en aeropuerto de Bangkok. |
Nuestra
travesía por Tailandia nos llevó nuevamente a Bangkok.
El
pasaje por aquí no fue muy alegre esta vez, es que teníamos que tomar el vuelo
rumbo a Camboya a las 19 y 50 luego de nuestra estadía en el norte, pero el
avión se fue sin nosotros. Resulta que el taxista nos llevó al aeropuerto
equivocado, que quedaba justo a una hora
y media del “verdadero” aeropuerto Don Muang de donde partía el avión a Siem Reap,
la segunda ciudad más importante de Camboya, luego de su capital Phnom Penh.
“¿Suvarnabhumi it´s ok?” decía el tailandés
que manejaba. “No, no it´s ok, we go to
Don Muang”, le dijimos sin poder creerlo y así nos tuvimos que quedar obligados
una noche más en Bangkok, luego de haber intentado llegar al vuelo yendo a 100
km por hora por la autopista mientras el chofer se rascaba la cabeza de los
nervios y nos seguía pidiendo plata para los peajes. Volví a odiar a los
tailandeses.
Esto
pasó después de 10 horas en ómnibus desde Chiang Mai, varios pesos extra por el
taxi que no sé cuántos kilómetros hizo y una noche agregada de hotel, al cual
nos trajo otro taxista al que le habíamos pedido ir a otro lugar de
alojamiento, pero como ya estamos acostumbrados estos hombres hacen lo que
quieren.
No
quisimos discutirle y nos quedamos en el hotel al cual él nos llevó, obviamente
más caro que el otro.
Pero
el objetivo era hablar de Chiang Mai: muy parecida a Bangkok, pero con menos
tránsito, menos polución y menos edificaciones modernas, los mismos wats
budistas y exactamente la misma comida, aunque un poco más económica.
Templo budista en Chiang Mai, los monjes oraban en su interior. |
Hotel en Chiang Mai; allí nos hospedamos. Calzado fuera de la habitación, esa es la regla. |
El
tailandés del norte me pareció mucho más amable que el del sur, pero siempre intentando sacarte dinero, eso no cambia en
ninguna parte del país. Lo que sí cambia es el tipo de turista que viaja a
Chiang Mai, más interesado por la cultura que por la holgazanería de tirarse en
una playa paradisíaca, que aquí no hay.
Los
monjes son más visibles, sobre todo en el interior de los templos, donde se los puede ver caminar o rezar horas frente
a la figura de Buda, si el turista lo desea el norte es más propicio para
iniciar algún diálogo con estos hombres envueltos en telas naranjas.
En
Chiang Mai despedimos el año y recibimos al 2014 con el cielo de la ciudad
repleto de globos de fuego, especie de lámpara de papel con un velón en el
medio.
Lanzamiento de globo durante festejo de fin de año. |
La
tradición indica que si el globo sube al aire sin inconvenientes a quien lo
lanza le espera prosperidad para el año
entrante, no saben la cara de angustia con la que quedó un señor mayor al cual
el globo se le atascó en un cableado eléctrico y allí se le prendió fuego.
Nuestro globo voló alto, lástima que el tailandés al cual le entregué mi cámara
para que filmara el momento no entendía que el aparato ya estaba grabando y
apretó el botón de stop cuando cumplíamos con la tradición.
Los
globos vuelan tan alto, que se los puede ver a la altura de los aviones que
están por aterrizar en la ciudad. “¡Qué peligro!”, pensé cuando el 31 a la
noche los vi por la ventana del avión en el cual viajaba, muy cerca de una de
las alas. Y a las doce, cuando ya
habíamos pisado tierra, los fuegos
artificiales se mezclaron con los globos de fuego en el cielo de Chiang Mai.
Mercado nocturno de Chiang Mai. |
Viajé
hasta el norte con la ilusión de tener contacto con algún elefante, pero me fui
sin ver ninguno. Los centros que trabajan con estos animales cobran carísimas
entradas para que puedas montarlos, bañarlos y darles de comer, algunas de las
opciones incluyen varios días con los animales y llegan a costar por persona 17
mil baths, las entradas más baratas por un día son de 2500 baths por persona,
unos 2 mil pesos uruguayos. Lo mismo pasa con los monos, tigres, cocodrilos y serpientes… para poder
verlos hay que pagar bastante. Otra de las posibilidades era conocer las tribus
homg que se mantienen intactas solo para el turista, se trata de exiliados
birmanos a los cuales Tailandia les ofreció un terreno a cambio de la recepción
del turista. Según nos contaron unas españolas que pudieron ir a la aldea, sus
habitantes parecieran estar en exposición permanente con sus collares en el
cuello y su ropa de plumas, lo que resulta triste al ojo del viajero, que termina
sintiéndose de alguna forma culpable.
En
Chiang Mai dormimos bastante, el ambiente tranquilo se prestaba para eso y
también para comprar en el mercado nocturno, donde diversos artesanos ofrecen
sus trabajos, que van desde ropa, juegos ingeniosos de madera, broches de pelo,
joyas, lámparas, adornos, cuadros y trabajos en madera y metal muy originales.
Nos limitamos a comprarnos un pantalón cada uno, aunque mis ojos se dieran
vuelta tratando de captar todo lo lindo que merecía ser adquirido. Al menos, la
tela lleva diseños de elefantes.
Venta de comida callejera a las afueras de la ciudad amurallada de Chiang Mai. |
Transporte de pasajeros en Chiang Mai, va levantando gente y el precio se negocia. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario