viernes, 20 de diciembre de 2013

No todo lo que brilla es oro



19/12/2013

Los majestuosos templos budistas que hay en la capital tailandesa reflejan la creencia del 95% de  la población o al menos eso dicen las guías de viajes, los artículos de revistas y los datos oficiales, cosa que estudié prácticamente de memoria por casi un año antes de viajar.

En busca de los mencionados budistas fui durante mi tercer día en Bangkok: construcciones inmensas, cúpulas, estatuas de buda gigantes, medianas y pequeñas, oro y diferentes piedras preciosas rodean el misterioso mundo de los budistas. Turistas invaden los denominados wats dejando sus zapatos afuera e ingresando descalzos al interior de los templos. Los pisos siempre están brillantes y las figuras de buda rodeadas de flores, inciensos, frutas, joyas y dinero. Sí, dinero a pesar de la vida sencilla que llevan quienes profesan la religión, es que estos viven de las donaciones.   

El buda reclinado más grande del mundo


Wat Pho, uno de los templos budistas más visitados en Bangkok.


El denominado Wat Pho estaba en nuestra mira y hacia allí fuimos. En el templo se puede apreciar el buda reclinado más grande del mundo, mide 46 metros de longitud y 15 de altura y representa su paso al Nirvana, o sea la muerte de Buda.

Cientos de estatuas residen en el templo y al lado de cada una siempre hay una caja donde se reciben donaciones, lo que me hace recordar que nada es gratis en esta vida, menos mantener tal infraestructura para quienes las ven y para quienes la sienten. 





La figura clásica del monje, completamente pelado, descalzo y con túnica naranja aparece con poca frecuencia en el interior de esos centros espirituales más llamativos, yo esperaba ver más.  En la calle los vi caminar solos, sin tener contacto con la gente,  con la apariencia egoísta de ver solo hacia su interior.

Sentí estar muy lejos de la filosofía de vida que buscaba al ingresar en esos grandiosos lugares repletos de figuras místicas: turista va, turista viene en busca de la mejor fotografía. Puro materialismo y lo espiritual te lo debo, así lo sentí yo.
Algún que otro monje se pasea por el lugar, pero sin mantener contacto con los viajeros  y entre ellos se mezclan quienes rezan, se arrodillan y meditan ante el objeto de oro. Mientras,  en mi cabeza asociaba lo que estaba viendo con los fieles arrodillados ante la cruz en una iglesia y el Vaticano repleto de oro. Cuestión de fe, dicen quienes creen en algo. 




El ingreso de mendigos está prohibido en esos grandes templos budistas, que viven del turismo, al cual por su puesto le cobran entrada.
En los wats menos llamativos tailandeses en situación de calle buscan sombra, agua y un rincón para dormir. Allí la entrada no se les prohíbe.Descalzos igual que los monjes,  pero lejos del oro, las donaciones, las estatuas y los ojos de quienes no quieren ver.


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