16/12/2013
Del otro lado del mundo, así
me sentí cuando bajé del último avión con destino a Bangkok, Tailandia, luego
de haber dejado atrás a mi pequeño país de apenas poco más de 3 millones de
habitantes.
Después de un barco, tres
aviones, un tren y un tuc tuc pisé tierra asiática y los rostros empezaron a
serme desconocidos, los idiomas también: inglés, thai, turco, diferentes
dialectos chinos y otros tantos, menos español.
En el hotel nos recibieron (a
mi novio y a mi) con una sonrisa, de esas que dicen caracterizan al país, un joven thai bajó las maletas y en la
recepción una joven con voz masculina nos pidió en inglés la reserva mientras
otra muchacha nos servía dos copas de un cóctel de frutas. Pagamos por
adelantado y el botones sin traje nos llevó las valijas al quinto piso:
habitación 508. Luego nos percatamos que la recepcionista era en realidad un
hombre, al igual que la peluquera que nos había guiado hasta el hotel. Bangkok
es una ciudad donde la apariencia puede engañar a muchos.
Hacía al menos dos días que no
dormía, en los aviones me resultó casi imposible a pesar de las más de 20 horas
de vuelo.
Mucho hablan del jet
lag(efectos en el cuerpo debido al cambio horario), sin embargo estoy en
condiciones de decir que yo seguía sin sueño aunque a mi novio no le pasaba
igual, mientras escribía estas letras, él dormía plácidamente, aún con la televisión
encendida con sonidos extraños de un
idioma prácticamente inentendible para cualquier latinoamericano común.
Pienso en el tuc tuc, el
vehículo de transporte de pasajeros tradicional en la capital de Tailandia: una
especie de triciclo con algo parecido a una carroza atrás en la cual íbamos
nosotros y nuestras valijas.
El tránsito es una cosa de
locos, taxis rosados, amarillos y de otros colores, ómnibus repletos hasta el
tope, cientos de motos y autos particulares protagonizan una guerra en el
asfalto, luchan por llegar más lejos y más rápido aún sin respetar las señales
de tránsito básicas, como por ejemplo una cebra o el sentido de la calle. Todo
vale, así podría describir el tránsito en esta ciudad.
Y si de comida hablamos, mi
primera experiencia no fue buena. Salimos del hotel a buscar un lugar
respetable, de acuerdo a los consejos que una infectóloga nos dio antes de
viajar: no comer nada crudo, beber solo agua embotellada, no aceptar bebidas
con hielo y ni que hablar de obviar por completo las puestos de comida
callejera, que abundan en Bangkok y contaminan el aire con su olor atrayendo a
los comensales. En fin, elegimos un lugar de esos de comida rápida pero
tailandés, pedí el menú de la foto y mi novio el mismo y se puso complejo. El
vendedor intentaba decirnos algo en inglés que no llegábamos a entender, resultó
que sólo quedaba un menú del que habíamos pedido. En fin, Nico (así se llama mi
novio), escogió otro de la lista con fotos. Ambos parecían ser carne de
cerdo(cosa que nunca llegamos a saber con certeza). Lo que nunca imaginamos fue
lo picante que podría ser y de hecho era: nos estaba ardiendo la boca, pero
teníamos mucha hambre así que terminamos los platos y bebimos agua dejando de
lado el consejo de la doctora en Uruguay. Los vasos tenían mucho hielo y el
agua nos la sirvieron desde una jarra con lo cual no pudimos comprobar si era o
no embotellada. El lugar cerraba a las 20 horas, así que nos fuimos enseguida.
Caminamos hasta el hotel topándonos con conductores de tuc-tuc y taxis que nos
ofrecían su servicio con insistencia, pero siempre con una sonrisa. El picante empezó a tener efectos en el
cuerpo y en mi caso me llevó tres veces al baño y provocó fuego en mi estómago.
Tuve mucho miedo y sentí la garganta casi cerrada, pienso ahora que por el
impacto que generó tanto picante en un estómago no acostumbrado a eso. Me sentí
morir literalmente y estuve a punto de usar, ya en mi primer día, el seguro médico. Nico me
tranquilizó porque a él le pasaba igual con la diferencia de que no enloqueció
por tal motivo. Desde el ventanal del hotel podía apreciar la luna sobre la
ciudad, me quedé con esa imagen para intentar cerrar los ojos y seguir a mi
novio que ya estaba durmiendo desde hace rato.
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Tuc Tuc, vehículo por excelencia para el transporte de pasajeros, sobre todo turistas. Una gira por los principales putos de la ciudad nos costó 300 bath. |
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El 95% de la población en Tailandia es budista. Mujer ofreciendo ofrenda de frutas al buda.- |
Encantada de compartir el viaje a traves de tus comentarios.Ojalá encuentres tiempo para seguir haciendolo.Mmm...el picante ,el hielo y el agua!!!
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